Radio-grafías
Columna de radio
Prólogo
La escribí entre 1991 y 1996, para la sección Espectáculos del diario La Nación. Fue una columna de análisis, de divulgación y de crítica, con la cual instalé el interés por el universo de la radio, medio que los diarios ignoraban.
A partír de esta columna (salía los martes),me pidieron que me ocupara, además, de difundir en otros espacios del diario, el modo en que la radio cubría los acontecimientos importantes del país.
Durante cinco años "me escuché todo", con una dedicación absoluta. Unica manera de sintonizar tal o cual programa, o pescar al invitado de turno en el momento justo. A mediados de la década del noventa, la promoción de las emisoras estaba acotada, funcionaba poco.
También me ocupé de plantear la falta de voluntad política para que Radio Nacional dejara de pertenecer al gobierno de turno y se transformara en un auténtico medio del Estado. Y me opuse tenazmente a que Radio Municipal (rebautizada Ciudad) perdiera su frecuencia privilegiada en el dial.
Me pareció útil testimoniar en letra impresa, que a las palabras no se las lleva el aire y, por lo tanto, merecen ser expresadas con respeto y responsabilidad.
Algunas columnas:
La Nación - 20 de Julio de 1993
Decadencia
Parar la oreja en Radio Municipal es insalubre. Hacemos a un lado a esos buenos profesionales que tratan de mantenerse a flote defendiendo sus precarias fuentes de trabajo, cuando cobran. Circulan historias truculentas respecto de las internas de la emisora: con escucharlas alcanza y sobra. Al aire suena mediocre, chabacana, desmantelada de ideas y con gente que hace micrófono porque consigue sponsors. Por ahí se jactan de que la onda tiene largo alcance, que Municipal llega a todo el país. No entendemos de tecnología, pero, en ese caso, ¿para qué sirve, a quién beneficia, qué opciones brinda? La radio de los porteños (debería cambiar de nombre, no nos representa), fue víctima de todas las administraciones y sufrió grandes cambios para que nada cambiara. Tuvo épocas más dignas, pero su decadencia viene de arrastre y ahora, pobrecita se parece al final de Túpac Amaru: la están descuartizando.
La Nación - 31 de Octubre de 1995
Nuestro dolor
A principios de la semana última murió el doctor Carlos Gianantonio, maestro de la pediatría argentina, fundador de la nefrología pediátrica en América y, quizás, en el mundo, gran humanista dedicado a salvar vidas. Con todo, la radio lo ignoró. Por ahí pas6 la noticia entre el montón de cables, sin detenerse en mayores detalles porque no era un personaje popular. Pero las gerencias de noticias tenían obligaci6n de ampliar su historia, de compartirla con la audiencia, de mandar m6viles para conversar con colegas y colaboradores, con el personal que lo acompañó en el Hospital de Niños, cuando Gianantonio trabajaba y dormía allí. Había que rastrear a padres e hijos que deben agradecerle eternamente a este médico, cada vez más preocupado por el deterioro sanitario del país.
No era cuestión de hacer necrológicas con voz circunspecta, hubiera sido reconfortante divulgar la trayectoria de un médico útil hasta el final Pero el doctor Gianantonio se murió justo cuando el dial estaba íntegramente copado con las declaraciones de la esposa de Caniggia. Parecía una transmisión en cadena: casi nadie se privó de hablar de ella y el dial funciona las 24 horas. Hoy nos pesa escribir sobre la radio: sentimos dolor, vergüenza.
"...me ocupé de plantear la falta de voluntad política para que Radio Nacional dejara de pertenecer al gobierno de turno y se transformara en un auténtico medio del Estado. Y me opuse tenazmente a que Radio Municipal (rebautizada Ciudad) perdiera su frecuencia privilegiada en el dial." |
La Nación - 11 de Julio de 1995
Segundo tiempo
Radio Nacional mejoró ostensiblemente: según las mediciones, su AM ocupa el séptimo lugar, el viejo edificio hoy es un chiche, con estudios nuevos y equipos modernos. Ahora hace falta dotarla de un proyecto cultural, que nunca tuvo, como corresponde a una radio del Estado. El director, Julio Márbiz, apostó a una AM fuerte, convoc6 a figuras estelares (algunas ya no continúan) y puso en marcha un formato absolutamente comercial (sin auspiciantes no hay programa posible, salvo que venga muy recomendado), con transmisiones de fútbol que también se emiten por Radiodifusión al Extenor, RAE.
En cuanto a sus dos FM (Clásica y de Música Popular), las áreas culturales, digamos, casi no existen: salir con baja potencia y sin ninguna promoción las condena al ostracismo. Sin embargo están bien hechas, por profesionales de primera.
Para minorías
FM 98.7, de Música Clásica y Cultura, transmite en vivo las canciones del Teatro Colón y de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. El problema es que llegan a poca gente; por esos caprichos de la onda, hay excepciones y, de pronto, se favorecen los vecinos de Colón (Entre Ríos), a 280 kilómetros de la Capital: esta emisora se capta ahí después de las cinco de la tarde. Durante 1994, la FM 98.7 programó conciertos en vivo desde el auditorio (los viernes, de 20 a 21); como salían en dúplex con la AM, se escuchaban en todo el país. En lo que va de la temporada, este ciclo sólo irradió dos conciertos y, con viento a favor, se espera emitir siete más hasta fin de año.
Otra incoherencia: mandar un programa de educación a distancia, por una emisora de alcance limitado. UBA 21 (lunes a jueves, de 19.30 a 20) andaría cómodo en Luxemburgo o San Marino, pero aquí, con las dimensiones de nuestro territorio, parece una burla. Suena a cachetazo que Nacional no haya encontrado un espacio en la AM, pese a que su programación dura las veinticuatro horas. ¿Quiénes se benefician con este curso? ¿A nadie le importa la frustración de tantos alumnos que quedan colgados por el pecado de vivir lejos?
Ignorados
Algunos profesionales que integran la FM 97.7, de Música Popular (ex Folklore y Tango), se sienten confinados. Saben que recalar allí equivale a estar en el freezer, por eso le dicen “la Siberia". No obstante, ellos se esmeran por difundir un repertorio excelente, que contempla todos los gustos. Eso sí, sólo apto para las minorías que pueden escuchar. Aunque parezca mentira, la radio estatal propicia grupos de elite: vivir lejos de Buenos Aires es excluyente. Por ejemplo, millares de personas se pierden la surtidísima propuesta de Una mañana para todos (lunes a viernes, de 10 a 12), donde conviven desde José Larralde hasta Fito Páez, pasando por Yupanqui, Mercedes Sosa, Serrat, Caetano Veloso y tantos grandes artistas. Conducido desde hace once años y medio por Omar Cerasuolo, ganador de dos Martin Fierro, cuando Julio Márbiz asumió como director, de inmediato mud6 a Cerasuolo de la AM a la FM.
De favor
Radio Nacional no es una radio más; sin embargo, da la impresión de que sus frecuencias moduladas siguen en el aire porque no queda otro remedio. Doce años de gobiernos constitucionales alcanzan para darse cuenta de que la emisora del Estado no puede ser ni autoritaria ni oficialista. Al contrario: debe esforzarse por defender su autonomía y pluralismo, signos inconfundibles de la democracia, acompañando el crecimiento de la ciudadanía.
Por tratarse, justamente, de un medio de comunicaci6n tan masivo, es responsabilidad de Nacional generar una programación lo suficientemente amplia, para que todos los habitantes del suelo argentino puedan escuchar las mismas cosas en Ushuaia, Jujuy o la Capital. Después, a cada uno le asiste el derecho de elegir, de decidir si le gusta o no. En fin, la radio es un reflejo de la realidad y ésta demuestra la total ausencia de una política cultural.
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