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Nada de malentendidos

Un método propone comunicarnos mejor

Nos comunicamos muy mal. Yun repaso rápido de las crónicas sobre la historia del planeta revela que buena parte de las calamidades que sufrió la humanidad se debió a grotescos malentendidos. “Es que la comunicación no se reduce sólo al discurso hablado: hay un sinnúmero de hechos, de sutilezas paralelas, que actúan sobre la eficiencia del diálogo. Estudios recientes demuestran que el 58% de una conversación se realiza a través de gestos, y un 38% al estilo, al modo de decir las cosas" advierte la personal trainer en comunicación Dionisia Fontán.
Curiosamente, sostiene, hacemos grandes esfuerzos e invertimos tiempo y dinero para mejorar nuestro rendimiento en la práctica de un deporte, aumentar la eficiencia laboral, incluso, en aprender un hobby. En cambio, a la comunicación que nos permite acercarnos a los demás, comprenderlos y unirnos en objetivos comunes la dejamos librada a la casualidad, el humor cotidiano o a prejuicios frívolos. “Tocamos de oído y pensamos, como de muchas otras cosas importantes (la pareja, por ejemplo), que no hay nada que aprender.”

El periodismo, una escuela

Durante 40 años, Fontán ejerció el periodismo en radio, televisión y medios gráficos, como La Nación y Clarín. Incluso fue autora de varios libros: Así somos las mujeres, La emoción no está prohibida y Laura hoy, una serie de tres títulos. “Sin embargo, siempre sentí que me faltaba algo. En determinado momento entré en crisis y después de una profunda reflexión llegué a la certeza de que no bastaba con utilizar los medios de prensa para mejorar el entendimiento entre la gente. Era necesario trabajar sobre el hecho mismo de comunicarse.”

La respuesta es lo que ella llama entrenamiento en comunicación, servicio que brinda herramientas “para ser más directos, claros y breves; evitar los diálogos de sordos; tratar a un semejante como espero que me traten a mí; hacerse cargo de lo que se dice; aprender a contar una historia con gancho y, muy importante, ejercitarse en escuchar sin interrumpir”, explica.

El problema se complica, apunta, porque vivimos un aceleramiento histórico y los roles tradicionales de hombres y mujeres tienden a cambiar y a confundirse. El recio y reprimido héroe masculino de cuarenta años atrás ya no tiene vigencia. “Asistimos al ocaso del viejo machismo. Hoy se pretende que el hombre pueda expresar ternura, afectos, llorar... y eso es un componente importante de la comunicación. Algo que hay que librar... ¡la gran batalla!”, concluye Fontán.


Luis Aubele



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